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La Condesa Jenovitz,
llegó al mas dichoso extremo
en teneros por esposo;
que ya se ha cansado veo
la rueda de la fortuna,
y cambiando el movimiento,
las que hasta aquí fueron dichas,
ahora trueca en sentimientos.
El Conde la vuelve la espalda por no ver-
Aú la espalda me vuelves?
¿no pronunciáis un acento
á esposa, á amante , y á madre?
pues responded á lo menos
á la justicia ¿qué causa
he dado yo á vuestro ceño?
El juez que obra rectamente,
no escusa escuchar al reo,
y en la debida balanza
de lo clemente y lo recto*
le castiga según ley
si encuentra el delito cierto,
ó en justicia le perdona
si de la culpa está exento.
Pero vos airadamente
sin que escuche el cargo vuestro,
para que me justifique
de lo que me hayan impuesto,
me sentenciáis á la pena,
ignorando en qué os ofendo.
Es pues, Conde, mi Señor, Con terne'
(no digo esposo, pues veo (x.a.
que el mérito de esta voz
queréis' borrarle vos mesmo)
para que no pueda nunca
culparos ni mereceros
el perdón , decidme en qué
os agravio ú os ofendo.
Decidme, Conde, decidme,
¿quál ha sido el desacierto
mió, que á tal crueldad
ha podido dar fomento?
Si por mi no concedéis
lo que humildemente os ruego,
hacedlo por este don Señala al niño.
que nos han dado los ciclos
por fruto de nuestra unión,
que aumentó nuestro contentento.
Este inocente os exclama
por su madre ; lo que pierdo
yo , señor, por infeliz,
alcance este niño tierno:
escuchadle compasivo,
atended que es hijo vuestro,
y que vos le amáis qual padre.
Ea , Irjo mió , tus ruegos
El niño se arrodilla ante el Conde llorando
y y él se enternece.
logren piedad, á tu madre
dala en tanto mal consuelo:
Nada respondéis, mi Césai?
qué, ni que me habléis merezco:
tal rigor usáis conmigo?
Pues vive Dios que si llego Con des-
á averiguar la traición {pecho.
que os induce á tal extremo,
como leona rabiosa
que causa terror y miedo,
porque perdió esposo é hijo,
despedace mi despecho Se altera Retal
traidor que así ha intentado {don*
mi ultrage , y mi menosprecio:
para que conozca el mundo
el pundonor, el esfuerzo
de una muger que inculpable
tal martirio está sufriendo;
y que sabe valerosa,
por su mismo honor volviendo,
ó morir de desdichada,
ó vivir con lauro eterno.
Ccnd. En vano es lo que decís
vos, si he de obrar como debo
no sois digna de clemencia,
sino del rigor mas fiero.
Condes. Pues si mas no me decís,
ni consiguen mis lamentos
vuestra piedad y clemencia;
que me deis la muerte quiero,
Con la mayor congoja.
porque ¿quién ha de vivir,
faltándole á un mismo tiempo
dos tan amables porciones
de su lastimado pecho,
como son hijo y esposo?
Y así, dad orden que luego
un acerado cuchillo,
cruel me divida el cuello;
no veréis que me resista
supuesto que lo deseo:
quedándole á mi dolor
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