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te ocultará cuan sensible me Iiá de
ser el separarme de una hermana á
quién amo tanto.
Matil. El sagrado placer de reunirme
con mi querido esposo , y de presentarle
á su hijo Adolfo , me harán
soportable esa separación ; pero ja-
ma's olvidaremos yo ni mi hijo , el
generoso apoyo que en cinco años
hemos encontrado en tu casa.
Conra. Nada de reconocimientos. He
hecho solo lo que debe hacer un
buen hermano.
Matil. Con todo , yo no puedo menos
de estar agradecida , y mi esposo
sabrá manifestarte dignamente hasta
donde alcanza su gratitud.
Conra. ¿ Hermand habla de pensar en
eso? ¿has olvidado acaso que le debo
la vida , y que en dos ocasiones me
libertó de ser esclavo de los sarracenos
? No sabes cuanto deseo ver
y abrazar á tan generoso amigo ; al
que desde su niñez fue mi compañero
de armas.
Matil. Si tanto deseas tú este dulce
momento, ¿qué podré decir yo ? Pero
siendo preciso que le disponga
una habitación y hallándose muy deterioradas
las de nuestro palacio, después
de tan larga ausencia , es justo
que me apresure á ir para ocuparme
á este dulce deber. Permite pues,
que una escolta de tus tropas me
acompañe en este viage.
Chara. ¿Qué es loque pides, mi querida
hermana ? ¿ Darte una escolta,
cuando fué á mí á quien confirió Hermand
tu persona? No-Matilde mia;
yo soy quien debo entregarte á tu
esposo. Pero aun no tenemos urgencia
de partir tan pronto. Esperemos
algunos dias y luego....
Matil. ¿Algunos dias?
Conra. Alberto de Sajonia se halla en
las cercanías de este palacio. En él
se propone descansar cuando vuelva
de casa, y por lo mismo cuento contigo
para que juntos le hagamos los
honores debidos á su alta clase.
Matil. ¿Eso deseas?
O.-nra. Sí; pero este deseo se halla
unido con fu mayor ínteres. No ignoras
el aborrecimiento que á tu esposo
profesa su rival el conde de
Wisbudén , y que infinitas veces ha
jurado perderle : la llegada de Hermand
, y tu vista, bella Matilde,
pueden renovar su antiguo resentimiento
y decidirle á alguna violencia.
Por esta razón , te será muy apre-
ciable y precisa la amistad de un
príncipe tan poderoso y valiente como
Alberto de Sajonia.
Matil. Tu carino sabe preveerlo todo.
No dudes pues que haré cuanto penda
de mi arbitrio para adquirir la
estimación de ese príncipe magnánimo
, cuya gloria según todos dicen,
se funda principalmente en ser el
mas implacable enemigo de ese tribunal
de asesinos , que bajo el nombre
de jueces asolan nuestra desgraciada
Germania.
Conra. ¡ Matilde , Matilde í (muy asombrado
. ) ; Qué te atreves á proferir!
Matil. La verdad.
Conra. No pronuncies.... (lleno de inquietud
.)
Matil. Una verdad peligrosa; pero
que se halla grabada en todos los
corazones.
Conra. Por Dios querida Matilde; (mirando
á todas partes. ) no prosigas.
Matil. ¿Qué causa tienes para una agitación
semejante ?
Conra. Calla te digo : una sola palabra
puede causar nuestra ruina.
Matil. Una palabra.... ;A!i hermano
mió í ¡ entre nosotros peligrará la
sinceridad !
Conra. No hay lazos fraternales, no
hay ( con la mayor turbación.) amistad
que pueda causar una indiscreción
de esta naturaleza. Sabo
pues , que ni aun el mas oculto pensamiento
puede escaparse de la sabiduría
de ese tribunal.
ESCENA H.
Dichos y Reltran.
Beltr. Señor, acaba de ser preso un
peregrino á quien se ha observado
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