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to
ra , sangre y desgracias. Por eso mi
pobre tío....
Matil. No creas tales errores, Adolfo
mío , y sabe que desde ahora te prohibo
vuelvas á tratar con los que te
han contado semejantes vulgaridades
, que solo sirven para atemorizar
á la juventud. Mañana debemos
salir de aquí; ya es tiempo deque
te vayas á reposar.
Adolf. ¡ Tan temprano ! todavía no
han alzado el puente levadizo. Siempre
me tratáis como un niño ; y con
todo dentro de ocho ó diez años....
Matil. ¿Qué harás dentro de ocho ó
diez años ?
Adolf. Me armará, caballero, el duque
Alberto. ¡Cuánto deseo tener
un caballo , una armadura , una espada
í
Matil. ¡Una espada! ¿Y para qué la
qiüe'res ?
Adolf. Para usarla con honor.
Matil. ¿Cómo?
Adolf. Mi padre me enseñará á manejarla
.
Matil. 3 No te acuerdas ya de lo que
te dijo Conrado el otro día ? La
obligación de un buen caballero es
proteger á los débiles y defender
siempre la causa de la justicia y de
la verdad.
Adolf. Bien me acuerdo, pero ¿por qué
no se ha unido mi tio á Alberto para
castigar á los asesinos de Edmundo
V
Matil. No juzgues nunca á tu tio,
Adolfo: sin duda tendrá poderosas
razones para proceder asi.
Adolf. Es cierto , porque ademas de
valiente , tiene generosidad.... (//Jira
á todas partes y dice con voz
baja.) Pero ahora que estamos solos,
decidme; ¿quiénes son los jueces
francos?
Matil. ¿ Por qué me haces esa pregunta
?
Adolf. Porque nadie de los que habitan
(con admiración.) este palacio
quieren responderme cuando se la
hago. Algunas veces hablan entre sí
uuettrei criados , y ios de mi tio,
p2ro siempre tan bajo, tan bajo,
que no puedo comprender , y cuando
me aprocsimo , se hacen señas, y
si les pregunto algo, dudan , y luego
varían la conversación , de modo
que no adelanto nada con rni curiosidad
.
Matil. Hacen bien.
Adolf. Sin duda deben ser muy terribles
esos jueces francos.
Matil. Ahora nada te importa saber
eso: dia llegará en que puedas saberlo
.
AdJf. ¡No me importa! ¿pues que no
(e/2 voz baja.) sabéis que ellos han
sido los que han asesinado al pobre
Edmundo ?
Matil. ¿ Y qué tienes tú que ver en
eso ?
Adolf. ¿Qué tengo que ver? ¿Acaso
no es forzoso que sepa yo quien**
son , y donde se ocultan, pnr-j. poder
buscarlos cuando cumpla diez y
ocho años ?
Matil. No hablemos mas de ese punto.
¿ Bertha ?
ESCENA VII.
Matilde, Adolfo y Bert na.
Matil, Conduce á Adolfo á su cuarto»
Bert. Perdonad , señora , si me detengo
á manifestaros , que he encontrado
en el patio grande de palacio, *
un viagero que me ha dicho que de*
seaba hablar al señor Conrado.
Matil. No puede ser por ahora. Ha
dado orden que no recibe á nadie*
Bert. Ya lo sé, y habiéndoselo eS"
puesto asi el viagero , me ha sup-*"
cado que le condujese á vuestra prc
sencia.
Matil. ¿ Cómo se llama ? ¿ Cómo son
sus señas ?
Bert. Ignoro su nombre. Su esterior
es el de un guerrero muy fatiga00
por el cansancio.
Matil. ¿ Sabes de dónde viene ?
Bert. De la Palestina, en cuyo p*V
dice haber combatido con los sari*
ceños.
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