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son
uní*
Adolf ; Viene de la Palestina J • Ah
madre mia! ¡ cuántas cosas podrá
contar !
Matil. Ya es hora que te retires ,
Adolfo.
Adolf. Todavía es temprano.... permita
Vm. que no la deje sola con un
hombre desconocido.
Matil. Pues lo deseas , quédate. Quizás
será (aparte.) algún mensagero
de Hermand (aparte.) que venga á
anunciarme su vuelta. Bertha , ves a
huscar á ese guerrero , mientras yo
voy á dar noticia de su arribo á mi
hermano. (Bertha se vá por la puerta
de en medio. Matilde entra en
el gabinete.)
ESCENA VIII.
Adolfo solo , después Bcrtlux ;y
Hermand.
Adolf. ¡Un guerrero! ¡y viene de la
• Palestina ! ¡ ah ! ¡ cuántos sarracenos
habrá degollado ! preciso es que
yo tenga todavía paciencia ocho ó
diez años , y luego también espero
que podré degollar á algunos. (Bertha
que entra con Hermand.)
Bert. La señora condesa no tardará en
venir. Tened la bondad de esperarla
aquí algunos momentos, (váse.)
Adolf. Parece que estáis muy fatigado:
descansad en esta silla : sin duda necesitaréis
tomar algún alimento.....
Bertha , trae un poco de vino á este
caballero. Yo espero que nos acompañaréis
algunos dias.
fm' íll,n no lo sé querido amigo ,
sienta cerca la mesa.) pero no
que m Tnos de deciros We desde
^«OtoWnl!" CSta m°rada ' eSP,e"
««oí*) no k ' ^ue hace ,nuch0
Ad<i¡t n he co'iocido.
Htnñ venís de la Palestina?
3'>o es verdad que es un país
Y hermoso? mi padre ha estado en
cinco años, y yo espero ir también
J¡**?lgUJ) J¡a. ( Bertha trae una co-
Pa grande de vino y la presenta á
11
Adolfo. Este bebe un poco y se la
dá á Hermand. ) Seáis bien llegado
á este palacio, (bebe.)
Herm. ¿Conocéis amable jdven, (des~
pues de haber bebido. ) toda la es-
tension de las obligaciones que habéis
contraído al partir conmigo el
vino que contenía esa copa ?
Adolf. Las conozco y sé q ie se reducen
á trataros como se debe tratar
á un amigo verdadero. Si mi edad-
fuera mayor , añadiría la obligación
de defenderos y protegeros contra
toda injusticia.
Herm. ¡ Apreciable criatura! Sus facciones
, su cuerpo.... esta edad seria
la de mi hijo.
ESCENA IX.
Dichos , Matilde y Bertha.
Adolf. Aquí está el señor recien venido
, madre mia : ya he hecho que
ge le diese vino para que se confortase
un poco, porque llegó" muy
fatigado.
Matil. Has hecho muy bien : no oí
incomodéis, caballero: nada debe
alterar el reposo de un caminante.
Aunque no me pertenece este palacio
, tengo todas las facultades competentes
para ofreceros en nombre
de su dueño cuantos ausilios ecsige
la hospitalidad.
Herm. ¡Qué oigo! ¡qué voz es esta!
( admirado.)
Matil. ¿Qué causa puede haber para
esa agitación? me han dicho que deseabais
hablarme.
Herm. Sí señora, pero permitid.... ella
es , ( Matilde hace seña d Bertha
paraque se'retire) y este es mi hijo.
Matilde? (.Se quita una gran barba
que trae puesta y que está unida á
la gorra , y se echa á los pies de
Matilde.)
Matil. Hermand mío: ven Adolfo,
abraza á ta padre, (después de haberle
reconocida .)
Ad-j/f. ¿A nal padre?
Herm. Si. ; Con qué tú eres mi adora-
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