http://dl.ub.uni-freiburg.de/diglit/jueces1820/0017
14
do hijo ? ¡Benditos sean los cielos
que me proporcionan esfe momento
tan delicioso!
Matü. ¿Pero querido Hermand, por
qué me has ocultado tu llegada ? ¿por
qué ífóí viajado de noche y con ese
disfraz?
Herm. El deseo de veros ; de hallarme
entre vosotros.
Matil. ¡Pero venir solo, sin criados,
y con ese vestido tan grosero!
Herm. Asi he creido conveniente caminar
para mi mayor seguridad.
Matil. ¿Pues que no flan bien conocidos
el nombre y el valor de Hermand
por toda la Germania ?
Herm. Ocurren á veces tales circunstancias
.... ¿Pero cómo es que no veo
á Conrado f ¿ Dónde está ? ¿ qué hace
?
Matil. No tardará en venir. Mas en
vano procuras eludir mis preguntas.
Yo no dudo de que te ha sucedido
alguna desgracia.
Herm. ¿A mí?
Matil. Sí, á tí: la palidez de tu rostro
, la incertidumbre de tus miradas
... No son vanos mis resentimientos
.... Tú me ocultas algún secreto.
Herm. Te engañas mi querida Matilde
. ¿Seria posible que yo tuviese secretos
para quien amo tanto?
Matil. No, Hermand, cada vez me
confirmo mas en mis sospechas. Habla
, dime , ¿qué te ha sucedido?
Achlf. Sí padre raio , decidnos qué os
ha sucedido.
Herm. Nada, nada absolutamente: el
cansancio , las incomodidades de tan
largo camino....
Matil. ¿Y tu escudero?
Herm. Se ha quedado enfermo en la
hermita que está sobre la cima de la
selva negra , y como no podia seguir
, le dejé al cuidado da aquel
hermitaño.
Matil. ¿Has pasado por la selva ne-
¡;m v ¿pues qué causa te ha movido
ñ tornar ese camino ?
Jícnii. Se decía que andaban por las
llanuras inmediatas muchos bandidos
.
Matil. No, no es asa la causa Hermand
. Conozco sobradamente tu valor
para creer que tales sospechas
pudieran obligarte á abandonar el
camino real. Permitidme que insista
en mis preguntas ; el cariño que te
profeso , mi deber son la cansa de
tal curiosidad. Dime si acaso has cometido
algún delito : si eres criminal
; pues de otra manera es imposible
que vinieses con ese trage , y
que buscases los caminos mas estra-
viados.
Herm. ¡ Yo criminal .' he bebido con el
mayor placer en esa copa hospitalaria
.... No Matilde , mi cuerpo sufre
mucho , pero gracias al cielo es-
perimento en mi alma la mas completa
tranquilidad.
Matil. ¿ Pues á qué vienen tantas precauciones
? ¡ Dios mió ! ¡qué es lo que
veo! ¿Sangre en tu vandal
Herm. ¡Sangre! ah! sí! sangre es con
( muy dudoso.) efecto.
Matil. ¡ Ay , Hermand ! ¡ aclárame
tan crueles dudas ¡ ¿ De quién es esa
sangre ?
Herm. Del conde de Wisbaden. ( con
resolución.)
Matil. ¿Le has muerto?
Herm. Sí.
Matil- ¿En combate igual?
Herm. Sí. Pasaba yo con mi escuder»
el camino que atraviesa por sus tierras
, (ya sabes que hace muchos
años fué mi enemigo , y que nunca
ha dejado de serlo ) y estaba cazando
: la casualidad me presenta á sü
visin : me reconoció, y al momento
se vino á mí con la espada en la mano
: saqué la mia , nos acuchillamo'
con una furia imponderable , y á p0'
eos instantes cayó el conde á m's
pies atravesado de una estocada t
que puso fin á su ecsistencia.
Matil. Siendo eso asi , ¿por qué ta11-
to temor? ¿qué tribunal puede caí>'
tigarte por haberte defendido e'1
, lance semejante ? -
Herm. Ningún príncipe me per5og"ir;1'
pero en Westfaiia hay.... {en t°n°
triste.)
http://dl.ub.uni-freiburg.de/diglit/jueces1820/0017