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ao
que me despedazan. La sangre que
ha vertido Iiermand será vengada...
pues sé que mi cabeza está proscripta
, y que no puedo libertarme de
los puñales que la amenazan ; pero
con todo he hecho un juramento , y
jamás faltaré á mi palabra denunciando
á los que se fiaron de mí.
Alher. ¡Tanta delicadeza con unos asesinos
Conra. Lo repito.... pereceré: pero no
faltaré á lo que tengo prometido.
ESCENA VII.
Dichos y un o/icial de Alberto.
Ofici. Señor, en cumplimiento de vuestras
ordenes han arrestado vuestras
guardias á un desconocido que intentaba
introducirse en el palacio,
y cuyas preguntas misteriosas, parece
que dieron que sospechar á las
guardias.
Alber. ¿Se ha sabido quién es?
Ojíci. Su vestido es de peregrino.
Conra. ¡De peregrino(aparte.)
(ij/ci. Pero su lenguage desmiente esa
calidad , y ademas cuando le prendieron
dicen que estaba fijando á la
puerta principal del palacio este cartel
. (Entrega un pergamino á Alberto
. )
Alber. Dádmele, veamos lo que dice.
Haced que se me presente ese hombre
, (vase el oficial.)
Conra. Ya está dada mi sentencia, (ap.)
Lee Alber. «Conrado de Turingia, has
oí faltado á tus juramentos. Nosotros
é*n calidad de vengadores secretos
«del sér invisible , te citamos de-
víante de la justicia de Dios. Com-
«parece, comparece." Conrado, ¿qué
quiere decir esto?
Conra. Que han proscripto mi cabeza,
porque Hermand respira todavía.
Albert. ¡ Qué malvados ! Silencio (movimiento
general de indignación. )
pues llega el preso.
ESCENA VIH.
Dichos , el peregrim , y guardias*
Alber. Seas quien fueres peregrino
reflexiona antes de responder íi mis
preguntas ; que el decir la verdad
podrá salvarte , y que si faltas á
ella te pierdes sin remedio. Di, ¿qué
causa lias tenido para fijar este cartel
á la puerta de palacio?
Pereg. Me se habia mandado.
Alber. ¿Por quién?
Pereg. Por mis gefes.
Alber. ¿ Quiénes son ?
Péréth Los invisibles.
O
Alber. | Dónde se hallan?
Pereg. En todas partes y en ninguna.
Alber. Yo conozco esta voz. ( aparte.)
Abandona ese lenguage misterioso y
responde con verdad. ¿ Dónde está
el lugar de su reunión?
Pereg. En el que la justicia reclama
su presencia.
Alber. ¡ La justicia í cuando conspiran
en secreto , y asesinan sin piedad !
Pereg. Solo castigan á los culpados.
Alber. ¿ Quién les dió facultades parí
juzgarlos ?.... Por última vez te exi'
jo que me digas ¿en qué parage i6
reúnen esos malvados? Responde,^
dejarás de existir. ¿Callas todavía*
Guardias , quitarle ese vestido ; r¿'
conozcamos su persona. ( Los gu&f'
dias vaii egecutándolo , y él se qul*
ta el vestido y barba. )
Pereg. Deteneos. Mírame. ( con digw
dad y calma. )
Alber. ¡ Bertoldo ! ¡ Cielos! ¡ será P0"^
sible que tu seas compañero y c0líl
pliee de unos asesinos !
Pereg. Alberto , la justicia es prim01"^
que la gratitud : he cumplido nl
dado»
obligaciones como vuestro crK
ahora cumplo las de juez franco > £
cuya sociedad no hay ningún cf« .
nal. Aqui sí existen dos: ^ítCaSe'
traidor, (por Conrado.) Aquel _
sino, (por Hermand.) Vos los ^
paráis , nosotros los castigamos' ^.
síderad pues quien egerce fu»*!
mas sagradas.
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