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Los moros de Granada,
oprimidos espiraban
bajo el implacable hierro
de los bárbaros Zegries
inocentes é indefensos.
Por todas partes sus pasos
fugitivos mil tropiezos
encontraban , rodeados
de verdugos , sin aliento,
exánimes y en heridas,
en sangre y en polvo envueltos,
de la maldad mas inicua
fueron lamentable egemplo.
Inés. Feroces Zegries! H<is. Los pocos
cjue consiguieron huyendo »
íalvar sus vidas , coman
á la alambra como centro
'de seguridad... mas ay !
en ella hallaban ho rrendo
sepulcro. Todas *los tropas
que la guarnecían , preso
conducían al que entraba,
y en el recinto funesto
del patio de los leones
era inmolado su cuello
en la fuente de alabastro
que sirvió de monumento
á su inocencia. La sangre
formando arroyos, rompiendo
las corrientes de las calles,
inundando casas, templos,
pórticos, precipitada
aumentaba el curso terso
del genil, y él conducía
hasta el océano inmenso
los cuerpos ensangrentados,
los aun palpitantes miembros
de nuestros padres, hermanos,
tUjOS... ah! pero mi acento
se perturba: sí, mi lengua
pintar no puede tan negro,
tan horroroso y tan triste
espectáculo. Murieron
millares de Abencerragee
aquel día... dia funesto
i la inocencia! Los pocos
que á la fiesta no asistieron,
y sus vidas conservaron
por este acaso, vinieron
á Cártama, cuya fuerte
posición hecha en un cerro
de la Alpujarra 5 ra ehtíada,
les prometía algún tiempo
resistencia y esperanza.
Aquí vivimos contentos
en la paz y en la abundancia;
y aquí en fin se nos unieron
los Gazules , otra tribu
fuerte y guerrera , y contentos
á Abucar, Abencerrage
ilustre, por nuestro dueño
aclamamos todos, él
lo admitió gustoso ; pero
poco gozamos tranquilos
su mando apacible y recto,
porque los viles Zegries ,
exterminarnos queriendo
nos atacaron altivos:
valientes nos defendemos,
y en Cártama guarecidos,
muy pocos triunfos pudieron
conseguir , lo que aumentaba
Mías tu odio : por fin resueltos
á vencerlos ó morir,
salió en el último encuentro
Abucar; mas apiadado
de nuestros males inmensos
el grande Alá, la victoria
ha querido concedernos,
y aquesta establecerá
tal vez el bien mas supremo
que disfrutan los mortales
en tranquila paz viviendo.
Esta es, bella Inés, la historia
cruel, horrorosa , que ha hecho
nacer entre los Zegries
y Abencerrages tan fiero,
tan abominable encono;
encono fatal , que creo
no se ettttiguira jamás
de los africanos pechos,
mientras de cada partido
uno conserve el aliento.
Inés. Admirada me ha dejado
cuanto me habéis dicho; pero
la princesa vuelve. Hasan. Sí:
estaos en aqueste puesto,
y veréis la tiesta... Inés. Bien.
Hasan. Que yo á «ecibirla llego.
Guerreros, pueblo, mugres, r>\íc-
sitos be, Salen por U derecha de la
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