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í 3 Zegries y .
manos, bendecir sos nombres
todos cuanros hoy se encuentran
en la ciudad , aplaudiendo
la resolución propuesta
por mí al consejo! ahí Celima,
qué momento de terneza
y placer para una madre!
cuantos tormentos y penas
padeció, debe borrarlos
para siempre de su idea':
decir gozosa: á mi esposo,
á mis hijos , á las prendas
mas gratas al corazón,
debe mi tribu completa
la libertad y la vida:
por qué trocarías esta
felicidad? Celim. Y sí en contra
de eta esperanza alhagüeña,
les inhumanos Zegries
en el furor que los ciega,
bárbaramente la sangre
de nuestros hijos vertieran....
Abuc. Que horror! entonces... cual tí-
rabiosos, cual leonas fieras, (gres
padres y esposas irían
al campo en que se egerciera
tal atrocidad , talando,
destruyendo cuanto hubiera
á su vista; y destrozando
á esa bárbara caterva
de asesinos, con las manos
rabiosas haciendo presa
de sus viles corazones,
y sepultando en la eterna
noche del oprobio, tanta
iniquidad y vileza,
á sus hijos vengarían,
y vengándolos murieran.
Celim. Ay Abucar! y antes de ese
triste cuadro que presentas
á mi vista, y que recelo
se verifique , no era
mas prudencia abandonar
á Cártama , y en la espesa
cordillera de montañas
qué la Alpujarra presenta
refugiamos ? Abuc. Na Celima,,
nuestros enemigos velan,,
y seremos destrozados
ames de 1 legar- á ellas.
Celim. Pues huyamos los dos solos
con nuestros hijos. Abuc. Bajeza
tal le puede proponer
á Abucar Celima! vuelva
en sí tu corazón. Primero
mil y mil vidas perdiera,
que abandonar á los tristes
compañeros de mis penas.
El primer Abencerrage
morir debe á la cabeza
de su tribu: y esto voy
á^egecutar, pues se empeña
en oponerse Celima
á mis proyectos. Celim. Espera,
Abucar: que yo tampoco
quiero por mi resistencia
ser origen de los males
de tantos. Ah ! no: el profeta
me liberte. Yo consiento
en cuanto digas, mas sea
con una condición. Abuc. Cual?
Celim. Cuatro hijos son las prendas
de nuestra caricia, y frutos
de nuestro himeneo; fuera
la mayor ferocidad /
en tí, sino consintieras
en dejarme solo uno,
que en caso de que padezcan
los demás la horrible muerte
que van á buscar, pudiera
recoger de mi amor todos
los afectos, las ternezas
de mí corazón. Consientes^
Déjame un hijo siquiera
que rne consuele. Qué dices,
Abucar? dudas ? recelas?
Abuc. No; pero , infelice! sabes
lo que pides? Celima. La existencia
de un hijo solo. Abuc. Pues bien,
yo consiento en tu propuesta.
Elíjele. Celima. Sí, yo elijo.».
Abuc. A cuál?
Celim. A... mas no... que sea...
pero, y los otros? Oh Alá
santísimo! qué funesta
elección! los cuatro tienen
en mi corazón las mesmas
prerogativas, les cuatro
el mismo derecho alegan
en nú alma. Qué razoa
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