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Ana y Si
Vase precipitadamente por la derecha^
llevando á Pamela.
Sind. Oh dolor el mas acerbo
que padeció el alma mía
jamas! Como no me acabas,
ya que tanto me contristas?
Oh muger, la mas amante,
la mas virtuosa y mas digna
de la tierra! Qué mal paga
Sindhám tu sincera y fina
voluntad , pues no fallece
al contemplar tus desdichas!
Pero pues tu las recibes
con tal gusto y alegría
por mi amor, yo por el tuyo»
daré al olvido las mias,
y viviré solamente
porque tu quieres que vivaj
que corresponder no puedo
á tus honestaá caricias,
fi no te dedico amante
corazón, ser , álnia y vida.
Sube al monte, cae el telón que representa
el aposento del IWilord; sale el Bu-
ron y Mauricio i on papeles.
Muur. Tomad , seííor ! todo está
como mandasteis , la lirma
Dale un papel.
vuestra falta solamente.
Bar. Bien , tomad: dad al Escriba
Dale un bolsillo.
por su trabajo, y quedaoi
vos con aquesta sortija.
Dale una sortija.
Ilaur. Señor::-
Bar. jNo me dcsayreis,
que lo siento por mi vida.
Maur. Ah , qué corazón! vase.
Bar. A Dios.
Es buen criado , a" fe mia,
Mauricio. La compasión
y fidelidad habitan
c?u su corazón: le quiero,
y á la verdad me lastima
que sirva al Milord, Ay Bella!
Uoy te dirá mi hidalguía
quanto detesta Fronsvill
la crueldad, y abomina
átrit, 25
los hombres qtte torpemente,
envidiosos de la dicha,
que la muger que ellos aman
á nuevo galán destina,
con zelos, iras y ultrages
quieren mostrar que la estiman.
Mienten s el que ama un objeto
de proporcionarle cuida
gustos y venturas , nunca
sus menosprecios le incitan
á vengarse.: Yo amo á Bella:
«ías por qué otro la consiga
me han de deleitar á mi
los trabajos y desdichas
que pasan? Ño, no,jamas,
jamas Fronsvill pensaría
tan torpemente. Las Dama*
nacen libres, y seria
una injusticia obligarlas .
i amar á quien las estima.
Pues si porque las virtudes
de alguna muger me obligan
i amarla, hubiera de amar
ella por fuerza las inias,
diríamos que nacieron
sin elección á la dicha
como nosotros , y nunca
obrar con tal tiranía
] udo la naturaleza,
áiites, si bien se examina,
parece que concedió
á la muger conocida
superioridad al hombre;
pues con la fuerza expresiva
de su hermosura sujetan
el encanto de su vista
quantos racionales tigres
á sus ojos no se humillan.
Esta escriturar;*
Va á reconocer la escritura: y sale
como despavorido el Milord mirando
á dentro.
Alilord. Espantosa
sombra de una sleve hija,
tente, espera, qué me quieresf
Si yo huyendo de tu vista
iré:-- Pero, ay inltlice!
Va á huir por lu derecha; se suspende
D
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